Hay proyectos que se disfrutan de principio a fin, y este ha sido, sin duda, uno de ellos. La transformación de este salón-comedor no solo cambió un espacio, sino también la sensación que transmitía. La clienta nos confesó que la zona del comedor le deprimía cada vez que la miraba. Nuestro reto estaba claro: darle la vuelta por completo.  

 

Trabajar con ellos fue una maravilla. Se dejaron guiar y aconsejar con una confianza absoluta, y eso nos permitió explorar todo el potencial del espacio. Mantuvimos casi todo el mobiliario, excepto un aparador que elegimos cuidadosamente, y apostamos por el color, la luz y una cuidadosa selección de textiles, cuadros y plantas para lograr la transformación. La iluminación fue el factor clave del proyecto.

 

Pasamos de un hogar gris y con un aire más masculino a un espacio cálido, familiar y lleno de vida. Ahora refleja la esencia de quienes lo habitan: alegría, energía y positivismo. Un proyecto de esos que te recuerdan por qué amamos lo que hacemos.

​